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viernes, 30 de diciembre de 2016

Desde la barrera

¿Qué dijeron, que este blog murió? ¿Y me iba a quedar sin escribir en 2016? ¡Ni de riesgos! Pero en fin, comencemos.

Qué diferente se siente estar fuera de un salón de clase.

Qué diferente es la sensación de no estar en un campamento, en un encuentro, en una reunión semana a semana con personas que tienen las mismas motivaciones que tú.

Pero cuando quisiste dejar un mensaje o un legado, te muestras contento cuando hablas con personas que siguen en esas andanzas y te das cuenta que allí quedó algo. Y cada vez que escuchas sus historias, te sientes otra vez en el campamento o en el encuentro. 

Aún con esta alegría, no estás allí. Esa es mi situación ahora. Se fue la vida universitaria y con ella llegó la vida laboral. La maestría me fue sacando de a pocos de la Juventud Amigoniana, sin quedar con más contacto que las fotos en redes sociales. Y de la comunidad que me había despegado un poco, la pastoral lasallista, la logré reconectar a mi vida desde una misión que describí aquí y que siguió de largo todo el 2015 gracias a mi tesis de maestría. 

Llegó el 2016, el año en el que me tocaría ver, ahora sí, la vida pastoral desde la barrera. Pudo no ser así; tenía la opción de elegir ir a Cracovia a la JMJ por cuenta propia pero por razones varias preferí tomar una aventura que me llevaría nuevamente hasta Rio de Janeiro, aventura de la que no me arrepiento y que me dejó otro tipo de enseñanzas y amigos.

¿Qué vi en la barrera? Espero equivocarme en lo malo y acertar en lo bueno. Empecemos por JUVAM. De la grata juventud amigoniana en Colombia no supe nada en los primeros nueve meses del año. Me preocupé de la falta de información en redes sociales, de no ver gente conocida comentando sobre futuras reuniones. Podían ser varias cosas: que la gente que yo conozco había salido del movimiento, que todas las comunicaciones se estaban manejando por otras rutas o que realmente todo había decaído. El hecho de ver apenas a una representante de Colombia en la JMJ (Sí Pili, hablo de ti :P) me hizo pensar más en la última opción.

Pero estando en Rio me enteré de que habría otra acampada, que Juvam estaba vivo y que no había razones para pensar que no lo estaba. La acampada fue en octubre, en el Peñol (Antioquia), el mismo lugar de aquella acampada mágica que viví hace ya casi 10 años y que pude reseñar aquí. Lo que no me dejó tan contento fue no ver rastros del Juvam de Bogotá. Y aquí es donde pongo mi preocupación.

Ahora hablemos de la pastoral lasallista. En este caso, solo hablo de lo que conozco, el grupo de egresados de mi colegio. Este año pude enterarme de una buena idea: están escribiendo la historia del grupo y para ello han querido reunir a la gran mayoría de los que han participado de él. Me he metido en el trabajo de ellos en varios momentos y realmente han estado juiciosos. Pero en ese trabajo he visto a muy pocos de los que hoy, se supone, están activos.

¿No les interesa conocer historia y dejar legado? ¿Qué le interesa al grupo de hoy? ¿Realmente entienden el objetivo del grupo, de una pastoral? Comentarios que van y vienen de gente cercana me dan la impresión de que el camino se ha perdido. Y si la gente que hoy en día lidera la pastoral quiere poner otros objetivos, no lo tienen tan claro y no están pensando en el bienestar de los muchachos a los que se lidera y del mensaje que se le quiere dejar a la sociedad.

Esto es solo una visión personal, así, desde la barrera y sin estar metido de lleno en el trabajo pastoral. Hasta una próxima. Feliz año!   

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