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miércoles, 31 de diciembre de 2008

La Misión Lasallista

En pasados días he tenido la fortuna de participar en la misión de navidad que organizan desde hace algún tiempo los Hermanos del Distrito Lasallista de Bogotá en la diócesis de Magangué del 11 al 22 de diciembre. No voy a hacer una crónica ni nada por el estilo, sólo haré unas cuantas reflexiones que me quedaron tras 12 días de trabajo arduo con las comunidades que nos recibieron.

Durante el 2008 realicé algunas actividades que recordaré en una evaluación que haré después. Dentro de ellas hay muy contadas que fueron lasallistas. Y sin duda, la misión de navidad era la oportunidad perfecta para salvar el año en este sentido... pero ese es el punto menos importante para tratar, sólo se trata de un hecho coincidencial y no la razón que me motivara a asistir.

Muchas preguntas de todo tipo tuve desde el momento en que decidí comunicarme con el actual secretario de pastoral del Distrito, Hermano Sergio Barrios. ¿Cómo será mi trabajo después de un año sin tener contacto con pastoral lasallista? ¿Se me habrá olvidado todo lo que aprendí en escuelas? (Y eso que estuve un mes antes en la Acampada Amigoniana de Manizales),¿Quién me acompañará en el sitio donde me corresponda? ¿Cómo será la comunidad con que trabajaré? ¿Cómo están organizados? ¿Cómo es su fe? ¿Qué piensan de la sociedad, cómo la ven? ¿Qué piensan de la política?... mmmm, cambié mucho el tipo de pregunta, ¿no es cierto? (Definitivamente la universidad hace estragos en la forma de pensar de uno, jajajajajaj)

Tratando de responder a la mayoría de preguntas, describiré primero con rasgos superficiales el trabajo realizado, segundo mencionaré las conclusiones que saqué a partir de mis reflexiones.

A Magangué, el "cuartel general", llegamos cerca de 30 misioneros entre alumnos y exalumnos de obras lasallistas y postulantes de segundo año (para quienes no entiendan, personas en proceso para ser hermanos) donde nos repartieron a nuestros respectivos pueblos. Por mi parte fui enviado con un experto cartagenero en misiones (su nombre, Efraín) a Cascajal, corregimiento a no más de 30 minutos de la cabecera municipal de Magangué. La rutina de casi todos los días era más o menos la siguiente: trabajo con niños, visita a familias, novenas y misa en la noche, obviamente con tiempos de comida, preparación de actividades y algunos descansos aprovechando que por esos días estaban de moda la final del "fúsbol" colombiano y el Mundial de Clubes...

Y hablando de "Mundial de Clubes" recalco un detalle importante que evalúo. En el pueblo fuimos tan bien recibidos que en la casa cural, donde nos quedamos, teníamos un cuarto decente, cama, ducha (bueno, fría), ventilación e incluso televisión por cable. Y eso dice mucho de las condiciones en que viven los religiosos en muchos pueblos. Claro que está que la mayoría de personas también contaban con todas las cosas que mencione, incluso la tele por cable.

Pero no se trata de criticar el estado de vida de los sacerdotes y más en pueblos con problemas sociales y la coyuntura de ese momento, las inundaciones que por poco alcanzan la casa cural. Más bien llego a una explicación de ese estilo de vida(y de la moto, y del carro que también tenían la casa). La labor social de la Iglesia en sitios lejanos es bastante legitimada, tanto que recibe el apoyo de muchas personas y que incluso termina convirtiendo los templos en el centro de la vida de un pueblo, más que las plazas de mercado, las canchas deportivas, las comisarías de policía y por supuesto, las alcaldías y centros políticos. Este apoyo se traduce en ayudas recibidas en dinero de los feligreses y otros benefactores con lo que, en el caso de Cascajal, llevó al arreglo de la parroquia y la compra del carro y la moto.

Mas ¿Qué puedo decir de la población? Por la ciudad y por el estudio uno está acostumbrado a un ambiente liberal (en cierta forma) y es posible observar cualquier manifestación cultural en cualquier parte. Por igual pasa con las normas (llamémosles "normas sociales") que no necesariamente están escritas en un código o en la Constitución, son relativas según el contexto de los individuos. En un pueblo no es así. Por lo menos donde estuve. Al estar tan centrado en la Iglesia, claramente sus actividades también giraban en torno a ella. Y no sé si sea por eso o por ser un pueblo lejano que la gente tiende a ser algo conservadora (no en el sentido que le he puesto a la palabra en otro artículo, debo aclarar, sino en el sentido común). No tenía mi pelo muy largo y me decían que me lo cortara. Los niños molestaban mucho con eso. Se cena temprano (para mí, ¡demasiado!, :D) Mucho chisme entre la gente (Esto es un chisme que no me consta, pero por algo lo dirían) y no como cosa mala, más bien lo menciono por admirarlos, una devoción continua hacia los patronos del pueblo. Y eso que no hablo del juicio con que la gente se reune para hacerle arreglos a la iglesia, o de las contadas comunidades cristianas no católicas que también existían en el pueblo.

Pero recalcar estas cosas no es tan trascendental. Un aspecto llamativo fue que en el pueblo no se ve mucho a personas de edades entre los 20 y los 40 años. ¿por qué? Todo se debe a un cambio de generación en el que la gente se empezó a dar cuenta de que era mejor brindarle una buena educación a los hijos que ,mantenerlos trabajando en el pueblo o sus alrededores. Muchos padres, madres, abuelos y sobre todo, abuelas nos contaban que era muy común inculcar a los hijos en labores del campo y artesanías, con lo que muchos se quedaron apenas con su bachillerato, e incluso con la educación primaria incompleta. De un momento para otro cambió la mentalidad y el nivel educativo aumentó para la siguiente generación. Los hijos de estas personas vieron que sus oportunidades estaban afuera, en las universidades de las grandes ciudades, y para allá tomaron camino. Otros cuantos tomaron la vía del sacerdocio y en varios casos ya habían logrado su consagración como padres en alguna parroquia. Lo curioso en el detalle es que fueron muy poquitas las casas (contadas) en las que no hubiese al menos un profesional.

Ahora, ¿Qué pasará con la próxima generación? La de los niños a quienes formamos durante esa semana en aquel pueblo, la de los jóvenes que en cada tarde se les veía jugando en las calles de la plaza principal a falta de una cancha de fútbol totalmente inundada, la de todos aquellos que estudian en esos colegios que en ese momento servían como albergues temporales para los damnificados de la inundación, y sobre todo, la de los bebés que vimos y nos brindan nuevas razones de esperanza. Esperamos que en aquellos que acudían todas las mañanas a la parroquia haya quedado sembrada la semilla pastoral, que hayan aprendido algo de lo que les inculcamos y que en un futuro sean ellos mismos los que le estén enseñando a los más pequeños y a los que están por nacer. Fue por ellos, por el futuro de nuestra Iglesia, la razón por la que se hizo ese trabajo y por la que la huella de esta misión quedará marcada en lo más profundo de mi ser.