Ya falta poco. Y no podía dejar de escribir para estas fechas. Hoy quiero publicar algo que no es mio. Esto no responde a la pregunta del por qué quiero estar el próximo verano en la Jornada Mundial de la Juventud. Pero en parte lo que esconde este artículo me lleva a estar allá. Léanlo, es interesante.
Es de la revista de información social y religiosa Alandar. Las negrillas son mías
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¿Qué modelo de juventud propone la JMJ?
CARLES SUCH
Martes 1ro de marzo de 2011
Publicado en alandar nº276
La pastoral con jóvenes no es pastoral de eventos sino de cotidianeidad. Los eventos ayudan, animan y ofrecen un aliciente pasajero. A veces marcan, pero raramente con pretensión de continuidad. La JMJ es una oportunidad que, sin dejar de ser un evento, tiende a marcar a los jóvenes que las viven. El joven llama al joven y la experiencia afectiva subyacente suele “tocar” la memoria juvenil. Pero sin un proceso que “llegada” y otro de “salida” no deja de ser un acontecimiento más en la biografía de nuestros jóvenes, como lo fue la fiesta de graduación, el primer beso o el Camino de Santiago. Todos importantes pero con un THE END que marcó el momento de dejar la butaca del cine, acostumbrar de nuevo los ojos a la luz y volver a la realidad. Quedan cenizas con un aroma agradable. La JMJ es un acontecimiento de doble filo. Por un lado ayuda a jóvenes que sienten que sus procesos tienen un marco mucho más amplio, más eclesial y entusiasma a saberse con otros y más si son muchedumbre y gritan al unísono “¡goool!”. Crea sentimiento de identidad y ésta, para un joven, genera seguridad y bienestar. Será uno de esos eventos que recordará con buen aroma. Pero por otro lado, congrega y arrastra a un tipo de jóvenes ajeno a los procesos pastorales, al día a día, al compromiso y a la responsabilidad de saberse y sentirse cristiano. Es un joven turista que descubre una ganga de viaje, un gran botellón sin alcohol donde desplegar su necesidad de sentirse arropado y de regalarse una buena dosis de adrenalina en forma de avalancha, de histeria colectiva y de presencia juvenil multicultural.
Para unos y para otros, el acontecimiento es algo puntual y pasajero. Para los que los han llamado o acompañado puede ser una experiencia para trabajar y profundizar en el futuro o pura y llana clientela que atiborra unos grandes almacenes en tiempo de rebajas, que ha de llenar espacio para que la foto salga más bonita. ¿A qué jóvenes estamos convocando?
Si se me permite el atrevimiento, cuando lo que preocupa es el número y la mayoría del esfuerzo (humano, organizativo y económico) ronda en torno a la puesta en escena (merchandinsing, escenografías, publicidad, sponsors…) estamos trabajando en balde. O lo que es peor, quemando posibilidades y personas. La multitud nunca fue una finalidad evangélica. Sabemos que bíblicamente lo que tiene fuerza y futuro y genera esperanza es “el pequeño resto”.
Cabe de hecho un planteamiento desde esta clave: ¿qué jóvenes se quedan sin participar en una JMJ? ¿Quiénes participan en casi todas y quiénes no han participado en ninguna? La primera respuesta es obvia entre estos segundos: los pobres. Y no me refiero necesariamente a los que no pueden pagar, sino también a aquellos que sienten que su fe no se soluciona con un canto entonado por miles de personas o una aclamación apoyada por los mismos. Jóvenes que se descubren igual de solos en su grupo social de referencia como en la Iglesia-masa. Jóvenes que no entienden de exégesis evangélicas tan libres que apoyan denodamente una JMJ y hacen caso omiso de la situación de desempleo juvenil. Y no es una “cuestión de dinero”, sino de credibilidad. La ostentación, del tipo que sea, es el mejor camuflaje al mensaje de Jesucristo.
La JMJ 2011 en Madrid ciertamente es una buena oportunidad para los jóvenes de España. Tenemos en casa un gran banquete, un festín al que somos invitados. Pero tendremos que estar atentos para ver quiénes ocupan los primeros puestos; cuántos lisiados, cojos, ciegos, prostitutas o, simplemente, jóvenes en búsqueda, con la vida por aclarar, rebeldes, inconformistas y críticos con la Iglesia son animados a participar de esta mesa. También habrá que estar atentos, no vaya a ser que llenemos de “jóvenes ricos” la afición papal, alardeando de vivir y cumplir todo lo mandado.
No deja de ser sorprendente que un encuentro que busca reunir a los jóvenes para que se encuentren con Cristo animados por la presencia del papa gaste mucho más dinero en traer una custodia extraordinaria o unos pasos hermosísimos, o en la construcción de macro-altares, que en posibilitar que muchos (muchísimos jóvenes) puedan participar en estas Jornadas. Parece que resuena un Evangelio desnaturalizado: Dejad que los jóvenes vengan a mí, si tienen recursos económicos, porque de los que son como ellos es el Reino de los hombres.
Es fácil hacer demagogia con estos acontecimientos eclesiales tan grandes, pero también es muy fácil justificar lo que no es justificable. Y personalmente pienso, si no es delito tener opinión, que nuestros jóvenes necesitan más momentos de Emaús y menos entradas solemnes a Jerusalén.
Pero lo dicho, al que le ayude, que lo disfrute. Por supuesto.
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